Si me dijeran que el mundo gira por ella, lo creería. Si me dijeran que existe el fuego para que ella no tenga frio, me parecería lógico. Si me dijeran que se inventó la rueda para que ella no se canse caminando, diría “claro”.
Es posible que en su piel blanca y suave esté la seducción necesaria para convencer al Sol de que siga brillando. No me sorprendería que el que se mire en sus ojos celestes desee morir para morir feliz. No me parecería raro que gustarle o no gustarle fuese la vara de medición de todas las cosas.
Que se libren guerras para entretenerla. Que se construyan maravillas para alimentar su asombro y que se destruyan para saciar su tedio. Que el mundo cambie el sentido en que gira si a ella le parece.
Su capricho hace que el lugar se haga y el tiempo pierda el apuro. Los colectivos cambian su recorrido y los cines cambian los horarios. Los videos se cargan más rápido. Las pilas no se acaban. La tinta no se corre. Los encendedores siempre prenden. El pogo la esquiva. La cámara la adora.
Cuando la ves, te enterás de todo; estas cosas se te revelan para que vos también tomes parte en un universo que existe por, para, desde y hacia ella. Después de verla, te podés enamorar. Podés conocer una chica y casarte. Tener hijos divinos y un trabajo que te encante y una vida llena de amor; pero siempre vas a saber, que viste una diosa y que existe algo que une todas las cosas y les da un propósito en común. Y sabés que es bellísimo.
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