jueves, 10 de noviembre de 2011

Young love

Ellos dirán “demasiado rápido, pibe” o “demasiado fuerte, pibe”. Los barbudos y los bigotudos; los gordos y los arrugados; todos me dirán que era obvio y me regalarán a los gritos sus fórmulas mientras camino entre ellos para ocupar mi lugar en la fila de cajones. Me narrarán sus conquistas, aquellas que supieron obtener aplicando la experiencia que dicen me falta y las contrastarán con historias de fracasos causados por hacer lo que yo hice.

Sentados en sus cajones, sacudirán las cabezas o harán caras de desaprobación, y me harán saber que son más grandes y más fuertes y más inteligentes; y creerán que yo, en mi cajón, me lamentaré lo hecho y aspiraré a ser como ellos. Nunca adivinarían que yo, cuando camine entre los fracasados y los exitosos, estaré cantando para mis adentros esa canción que me dijeron era imposible de cantar mientras se camina al cajón de uno. Los oiré gritar y escucharé sus anécdotas, pero mi mente estará concentrada en la canción, en no saltear estrofas y en no equivocar palabras.

Ellos no la escucharán, y yo, acostado en mi cajón y luego de que la tapa haya sido clavada, cantaré mi canción y soñaré con curvas carnosas y sonrisas sinceras y con un amor animal y un instinto innegable; y, al despertar, escribiré esta historia para no olvidarla y para que, tal vez, alguien se entere que es posible cantar esa canción en el camino que lleva a la tierra de los cajones.

Y ellos me nombrarán “pibe” y si ser pibe es no ser como ellos sonreiré, contento de no mirar con decepción a uno que, no sin coraje, la jugó rápido y la jugó fuerte.

Cuando los clavos estén viejos y oxidados y yo esté joven y vigoroso, saldré de mi cajón y jugaré otra vez tan rápido y tan fuerte como tenga que jugarla; y un día, con suerte, sin cambiar yo, no me gritarán “pibe” porque ellos también cantarán mi canción y sus bocas estarán ocupadas con mis estrofas y será mi obra y yo cantaré dos canciones: una por mí y una por ellos; y marcharemos a nuestros cajones cantando y cantaremos hasta que los clavos se oxiden y salgamos a repetir el ciclo, porque, mierda que vale la pena enamorarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario