domingo, 11 de diciembre de 2011
La curiosidad mató al gato, pero dio a luz a tantas otras cosas
domingo, 27 de noviembre de 2011
Lágrimas de cocodrilo
sábado, 26 de noviembre de 2011
Asha siempre estuvo cerca
Una voz de humo y un ladrido lejano. Fauces. Puro musculo. Abdomen como una tabla. Unos dientes que esconden vibraciones que me recuerdan a una oruga fumando sobre un hongo. Es un instinto equivocado que dice “ya” cuando la realidad dice “no way, José”. Es un paso en falso. Es el muere de los idiotas. Es un plumifero que guarda silencio.
Es el fresco de la madrugada, es un deseo puro y el nacimiento de ningún dios. Es un linaje que para otros significa algo. Es una duda. Es solo una intuición. Es las ganas de escuchar mi nombre en el humo. Es la palabra “lindurri”. Es Can Cerberos en toda su potencia. Es mi podenco faraónico; pelo corto y fibra. Es una llama fría que me enciende. Es lo que los demás chicos desechan. Es la carne pegada al hueso, la que solo se puede disfrutar si se cede al animalismo de tomar el hueso con los dedos y hundir los dientes para separar la carne del esqueleto. Es un lindo eco de La Huesuda. Es Asha en toda su sensualidad, es una diosa en sí misma. Es un panteón aparte.
Es el humo que envuelve lo que sea que rige del otro lado y es eso que envuelve a la vez. Es algo que equivocadamente juzgaste inocuo. Es digna de reverencia. Es la prima de su prima. Es la hija de alguien. Es dinamita en una nuez. Es un pedazo de hembra. Es el kraken que duerme en el fondo del océano.
Es la tercer Hija. Es una carta no barajada que igual salta en el juego.
Es la curiosidad, asesina y hermosa.
Yo quiero oír mi nombre cantado por el humo e inhalarlo y sentirme vivo en ese paso hacia Valhalla.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Todas las chicas, la chica
La busco, no sin culpa, en los pelos rojos y las pieles blancas. La busco, no sin ansias, en los cafés y las librerías. La busco no porque la quiera ver, sino porque la quiero ver.
La encuentro en las chicas que sacan placer de las drogas y el alcohol, en todo lo que está en verso. Me sorprende en el sonido de mi pluma sobre el papel y en el de los dientes que pasan de mascar chicle a sonreír. La recuerdo en los colchones de goma de los hoteles de alojamiento y en la tinta plateada contra las hojas negras. Me asalta en todo lo que me gusta y en todo lo que desprecio. La encuentro no porque esté ahí, sino porque está ahí.
En los libros y en el chocolate blanco. En la sola mención de las palabras “licor de melón”. En las poetisas suicidas y en Girondo. En la literatura argentina, excepto en ese bunker que es Fogwill. En el naranja de la “e” de “enamorar”, el mismo tono que su pelo la última vez que lo vi caer sobre su cintura desnuda. En todo lo tibio. En las chicas que, a pesar de creerse artistas, de vez en cuando hacen arte. En la tarjeta con sus iniciales escritas en violeta clavada en mi pared. En la blancura del jazmín y en los nombres que empiezan con “L”. En las serpientes. En el miedo y la ira. En la pretensión. En las personas que no muestran reverencia. En los que creen que son los únicos seres pensantes. En el uso exagerado del vocativo “boluda” para abrir cualquier nuevo tema en una conversación. En las zonas de Capital que no piso. En el símbolo para “tóxico”. En los perros golpeados. En los chetos que le temen a la muerte. En mi uniforme. En las cofradías que me quieren como miembro. En las chicas que fuman mentolado. En los vezos con gusto a fruta.
Ella está ahí como la muerte en el fondo de un reloj a cuerda, como Morfeo en todas las costillas de chicas que toco. Está ahí, igual que Anansi en cada carcajada o la Horda en el impacto de una empuñadura contra un escudo.
Que esté. Lo peor que puede pasar, es que te guste.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Young love
Ellos dirán “demasiado rápido, pibe” o “demasiado fuerte, pibe”. Los barbudos y los bigotudos; los gordos y los arrugados; todos me dirán que era obvio y me regalarán a los gritos sus fórmulas mientras camino entre ellos para ocupar mi lugar en la fila de cajones. Me narrarán sus conquistas, aquellas que supieron obtener aplicando la experiencia que dicen me falta y las contrastarán con historias de fracasos causados por hacer lo que yo hice.
Sentados en sus cajones, sacudirán las cabezas o harán caras de desaprobación, y me harán saber que son más grandes y más fuertes y más inteligentes; y creerán que yo, en mi cajón, me lamentaré lo hecho y aspiraré a ser como ellos. Nunca adivinarían que yo, cuando camine entre los fracasados y los exitosos, estaré cantando para mis adentros esa canción que me dijeron era imposible de cantar mientras se camina al cajón de uno. Los oiré gritar y escucharé sus anécdotas, pero mi mente estará concentrada en la canción, en no saltear estrofas y en no equivocar palabras.
Ellos no la escucharán, y yo, acostado en mi cajón y luego de que la tapa haya sido clavada, cantaré mi canción y soñaré con curvas carnosas y sonrisas sinceras y con un amor animal y un instinto innegable; y, al despertar, escribiré esta historia para no olvidarla y para que, tal vez, alguien se entere que es posible cantar esa canción en el camino que lleva a la tierra de los cajones.
Y ellos me nombrarán “pibe” y si ser pibe es no ser como ellos sonreiré, contento de no mirar con decepción a uno que, no sin coraje, la jugó rápido y la jugó fuerte.
Cuando los clavos estén viejos y oxidados y yo esté joven y vigoroso, saldré de mi cajón y jugaré otra vez tan rápido y tan fuerte como tenga que jugarla; y un día, con suerte, sin cambiar yo, no me gritarán “pibe” porque ellos también cantarán mi canción y sus bocas estarán ocupadas con mis estrofas y será mi obra y yo cantaré dos canciones: una por mí y una por ellos; y marcharemos a nuestros cajones cantando y cantaremos hasta que los clavos se oxiden y salgamos a repetir el ciclo, porque, mierda que vale la pena enamorarse.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Cuento Breve 24
Ella no supo bien que pensar, esas vagas palabras la descolocaron, la sacaron de la conversación, no le dieron la oportunidad de defenderse en una discusión racional.
Tal vez. ¿Tal vez que? Tal vez si, tal vez no, tal vez me muera, tal vez tenga SIDA, tal vez este a punto de ser el mejor, tal vez ya soy el mejor. Tal vez abrio una serie de puertas infinitas, convirtiendo todo lo anterior en una estupidez, porque cuando Saraza dijo “tal vez” estaba diciendo eso y todo lo demas, y al haber dicho todo lo demas no dejo nada mas que decir, al decir todo lo demas habia abierto todas las posibilidades. Y ahí murio la conversación. En consecuencia de haber dicho todo ya no quedaba nada que decir, como es logico.
Me acuerdo que Saraza lloraba.
Quiza porque Saraza no queria todas las posibilidades. Quiza porque solo queria aquella en la que él y ella estuvieran juntos, como creo que deberian haber estado. Como creo que hubieran querido estar.
Quiza. Tal vez.
Vaya uno a saber.